Tratar de entender esta expresión “del timbo al tambo” es tan engorroso, como lo es también, tratar de entender las complejas vivencias que tenemos desde temprana edad. De aquí para allá, de allá para acá, de un lugar a otro, deambulando, a trancas y a mochas, dando tumbos… son todas expresiones similares, que al final, describen bastante bien lo dificultoso y accidentado que es nuestro crecimiento.
Cada pensamiento, cada emoción y/o cada decisión que tomamos, viene a ser influenciada por múltiples factores, circunstancias o personas. Veamos por ejemplo…
En cuanto a personas:
A nuestros padres, hay que obedecerles.
A nuestros profesores, hay que creerles.
A nuestros amigos, hay que agradarles.
Y todo esto termina poniéndonos en una situación suficientemente compleja, complicada, difícil, incómoda y hasta peligrosa. Algo parecido a cuando papá te decía -pregúntale a tu mamá-; entonces ibas donde tu mamá, y ella te decía –pregúntale a tu papá-. Al final de cuentas quedabas en las mismas, de aquí para allá, de allá para acá, o en pocas palabras, del timbo al tambo. También, parecido a cuando tu profesor hacía un examen y tus ojos comenzaban a deambular en busca de las respuestas en la hoja de tus compañeros de clase. Oh, parecido a cuando varios muchachos encontraban su diversión empujándote de un lado para el otro, e ibas dando tumbos, y andabas del timbo al tambo.
En cuanto a circunstancias:
Si hay buen tiempo, salimos; si está nublado, no salimos.
Pero nunca falta ese día que, aun estando nublado, hay un solazo. O ese día que, en medio de un sol abrasador, caen pequeñas lloviznas. El problema es que estamos tan programados a responder de una manera ante una circunstancia, que cuando aparece una situación tan ambigua como esta, nos confunde y nos enredamos. No sabemos qué hacer.
En cuanto a factores:
Si tenemos dinero, podemos hacerlo; si no lo tenemos, ni modo.
El problema con esto, es que para muchos las “apariencias” son más importantes que el “estado de cuenta”. Es por eso que a veces, nos encontramos comprando cosas que no necesitamos, con el dinero que no tenemos (con tarjetas de crédito), para impresionar a personas que no conocemos. Y semejante barbaridad nos va a llevar invariablemente del timbo al tambo.
En cierto modo, es “normal” que por las razones que sean, experimentemos momentos “obvios” en los que nuestra vida vaya de aquí para allá, dando tumbos, deambulando o del timbo al tambo. Como un barco a la deriva, que es empujado por toda clase de vientos, que queda sin rumbo, y finalmente es golpeado y destrozado, así nuestras vidas sufren los embates de los fuertes vientos que nos empujan de aquí para allá.
No quiero dejarte con el sinsabor de la pérdida. Pero nos urge un nuevo y mejor barco, una firme y eficaz ancla, y un experimentado y diestro capitán, para dejar de ir del timbo al tambo. En mi experiencia personal, ese Capitán experimentado es Jesucristo, esa ancla firme es la fe que proviene de su Palabra, y ese barco nuevo es la nueva vida que Dios me ha dado en Él. ¡No tienes por qué ir del timbo al tambo!
Dios te bendiga…
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