Es posible que para ti, al igual que a mí, esta simple expresión “Érase una vez…” nos ponga a pensar enseguida en aquellas historias que nos contaban en nuestra infancia. Y es interesante, el hecho de que cada una de esas historias que disfrutábamos cuando éramos niños, siempre terminaban con un final feliz.
Precisamente, me he animado a escribir este Blog porque puedo percibir claramente que a nuestro alrededor, existe una sociedad que experimenta día a día la suma de:
La confusión generada por las dudas e incertidumbres.
El cansancio producido por el desánimo y la desesperanza.
El egoísmo manifestado por el rechazo y el desamor.
Quiero recordarte, que al oír cada una de aquellas historias, siempre esperábamos hasta el final para conocer el desenlace, que por cierto, siempre era… feliz!
Cada una de nuestras vidas tiene su propia historia. Lo interesante, es que no conoces el final de ella. Nunca abandones la carrera que tienes por delante sólo porque hasta ahora las cosas no han sido como te lo esperabas. Piensa en tu vida, en tu historia, como si fuese una película. En cierta ocasión oí a alguien preguntar: ¿Alguna vez fuiste al cine y te provocó salir justo a la mitad de la película porque la película parecía mala, y resultó que la película tuvo un giro tremendo y un gran final? ¿Qué tal, si hubieses salido a mitad de película? Habría sido una verdadera lástima.
Permíteme mostrarte una gran verdad con la siguiente analogía:
En la película, tú como espectador no conoces el final pero su autor/creador sí.
En tu vida, tú no conoces el final de ella pero su Autor/Creador sí.
Quiero que sepas que tu vida no comenzó con papá y mamá. ¡No!, tu vida comenzó con Dios, el Autor/Creador. Y aunque tu historia se vuelva incierta, si dejas que Dios se encargue de los argumentos y de su desarrollo, te puedo asegurar que siempre habrá un final feliz en tu vida.
Dios te bendiga…
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